Echar de menos se ha convertido en uno de los básicos a los que nos hemos tenido que enfrentar cada día durante todos estos meses.
Y es que no cuesta tanto. De verdad que respetar y tener ciertas precauciones no cuesta tanto. Por ti, por mí, por nuestras familias y por poder recuperar nuestra vida. ¿Queremos volver atrás? Parece que hemos olvidado los días de angustia y miedo, de pérdida de libertad, de echar de menos…
Echar de menos:
- A la familia. Esa discusión con tu madre porque “esta casa no es un hotel”, la discusión con tu padre porque otra vez le has cogido el coche o los domingos en casa de paella y resaca.
- A los amigos. Esa cerveza de los viernes de tranqui que terminan al amanecer, las risas con amigas arreglando el mundo, los enfados con una amiga por saber que después de tres horas de charla para que no le respondiera un WhatsApp a su ex al final lo ha hecho.
- Los paseos sin rumbo, los paseos al trabajo, los paseos de fin de semana.
- Las cenas en lugares especiales y en lugares donde sabes que será la primera y última vez que vayas.
- Las copas de los sábados y los bailes en cualquier antro de la ciudad.
- Las resacas del domingo. Y la soledad del domingo también.
- Los gruñidos de los lunes cuando suena el despertador y la alegría infinita de los viernes porque el fin de semana llegó.
- Los planes; ahorrar para ese viaje que con tanta ilusión estabas organizando.
- Comer con las manos sin miedo y añadir “Lo que no mata engorda”
- La normalidad. La rutina. El día a día.
- Los abrazos, los besos, el contacto…
- Las sonrisas en la calle: sonrisas tímidas, espontáneas, estridentes, perfectas…Pero sonrisas. Esas que hoy se esconden bajo una mascarilla.
- Compartir. Compartir lloros, compartir alegrías, compartir buenas y malas noticias.
- Momentos. Esos que no valorábamos ni disfrutábamos lo suficiente.
- Las personas. Todas y cada de una de las personas con las que compartías esos momentos.
Echar de menos…
Echar de menos
nuestra
vida.