El coronavirus ha llenado nuestras vidas de incertidumbre, miedo, desesperanza… Depende de nosotros aprender de esta situación y dar un giro a  nuestra forma de vida.

¡Qué cosas! Hemos descubierto que tenemos vecinos, que vivimos en una comunidad, que nos necesitamos los unos de los otros. Que la vecina del quinto sube la persiana a las 10 de la mañana y alivia saber con un gesto tan rutinario que ella se encuentra bien. Que en la puerta de enfrente vive una familia con dos niños pequeños y  nunca habíamos reparado en ello. Y en el primero vive sola la señora de pelo blanco tan simpática que siempre nos encontrábamos en el ascensor.

“la muerte es algo que no distingue de clases sociales, ni de ideas
políticas,  ni de diferencias culturales.” 

Hemos descubierto que ninguna profesión es más que ninguna. Que lo que se consideraba una simple cajera, a día de hoy es “la cajera”, una persona  fundamental para que tengamos todos nuestros alimentos cada día en nuestra casa. Que un simple basurero no es el que recoge la basura, es la persona que mantiene limpia nuestra ciudad, que con su trabajo desinfecta las calles para que cuando nosotros podamos salir tengamos menos riesgo de infectarnos. Que los psicólogos no son para la gente que está loca, que somos profesionales que ayudamos a gestionar emociones, a afrontar las dificultades de la vida, a aprender a vivir con la incertidumbre y en definitiva a cuidar vuestra salud emocional. Que en este mundo en el que se hace tanta distinción entre las clases sociales, el coronavirus nos da una bofetada a mano abierta y nos demuestra que en temas como la salud, la vida y la muerte TODOS somos iguales. Y es que como bien dejó reflejado Jorge Manrique en “Coplas a la muerte de su padre”: 

Nuestras vidas son los ríos 
que van a dar en la mar, 
que es el morir: 
allí van los señoríos, 
derechos a se acabar 
y consumir; 
allí los ríos caudales, 
allí los otros medianos 
y más chicos; 
allegados, son iguales 
los que viven por sus manos 
y los ricos. 

Y es que sí; la muerte es algo que no distingue de clases sociales, ni de ideas políticas,  ni de diferencias culturales. 

“Porque al final  para que el mundo funcione, hace falta que todos
colaboremos, nos demos la mano y caminemos en la misma
dirección.” 

Está muy bien que aprendamos de nuestros errores, que recapacitemos, que reestructuremos y empecemos a dar prioridad a lo verdaderamente importante. Pero espero que todo este aprendizaje y buena voluntad se mantenga y no sea algo temporal. 

Ojalá cuando pasen los años, vayáis al supermercado y no volváis a mirar por encima del hombro a los trabajadores que estén allí. Ojalá que al llegar vuestro hijo con un suspenso a casa no recurráis de manera despectiva  a frases como “Así lo máximo que vas a conseguir es  trabajar de basurero o de dependienta en un supermercado”. Porque no, trabajar en un supermercado no es  algo de lo que avergonzarse y velar por la limpieza de una ciudad tampoco. Ojalá cuando a las nuevas generaciones le expliquéis vuestra guerra ganada al virus, vuestra historia se centre en destacar lo importante de financiar la educación y la sanidad, la importancia que tiene cada persona y cada profesión, la importancia que tiene la empatía en las situaciones complicadas, la importancia de pertenecer a una comunidad, de ayudar…Porque al final  para que el mundo funcione, hace falta que todos colaboremos, nos demos la mano y caminemos en la misma dirección.  

Así que por favor, no os quejéis  por tener que estar en casa, aprovechar estos días para darle un giro a vuestras vidas, para redescubrir a vuestros hijos, esos a los que por el ritmo de trabajo y de la vida veis poco; para dar gracias (que nunca está de más), para cuidar a nuestros mayores, para pararos a pensar (algo a lo que hoy en día le tenemos tanto miedo), para que cuando vuestro hijo llegue a casa con una nota por mal comportamiento no vayáis a recriminarle ni reprocharle nada al profesor porque él está haciendo su trabajo, ser uno de los pilares en la educación de vuestro hijo (el principal siempre serán los padres que hay veces que se  olvida), para comprender que la peor soledad no es la física sino la emocional, para que la única individualidad que ejerzamos sea la de la responsabilidad de quedarnos en casa aquellos privilegiados que si podemos. 

Mis aplausos van cada día para todos y cada uno de los profesionales expuestos. Para todos ellos que  entran y salen de trabajar con angustia, que se las ingenian para diseñar mascarillas y trajes caseros, que cierran la puerta de su casa intentando no llorar cada vez que dejan a su familia y se van a trabajar con la incertidumbre de no saber cómo irá el día, que respiran el miedo y aun así sacan fuerza de donde pueden para trabajar al 100%, que luchan de frente y sin capa contra el coronavirus. 

Porque sí son unos auténticos héroes sin capa pero que no se nos olvide que también son personas y que cuando todo esto pase ellos nos van a necesitar más que nunca. 

Mis aplausos también dirigidos a todas esas personas que permanecen lejos de sus familiares, que no pueden acompañarlos en el hospital y darles la mano, que pierden a sus seres queridos y no pueden despedirse ni siquiera de ellos. 

Mis aplausos para todos aquellos que si estamos respetando las medidas que se han establecido en este estado de alarma sanitaria.  

Y por último mis aplausos van para que la empatía, responsabilidad, solidaridad, civismo, educación y valores que se han instalado en estos días se mantengan a partir de hoy como una forma de vida. 

El coronavirus nos ha dejado un gran aprendizaje. No necesitamos tenerlo todo para vivir mejor. Un simple abrazo, un paseo en nuestro rincón favorito y poder ver a las personas que queremos es suficiente para ser felices. 

Vector de Personas creado por freepik – www.freepik.es

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